Poesía: El año litúrgico
El año litúrgico, una poesía de Ann Weems
The Church Year, traducción del inglés al español: Jonathan Hanegan
La iglesia es Adviento.
El abrir el mayor regalo de Dios está cerca.
Adviento – venida.
Dios removerá el brillo
y decorará el corazón humano en esperanza
para que los cristianos puedan reposar riendo en la lluvia
sabiendo que el Señor va a
brillar en su ser.
No importa cuánto dure la oscuridad,
Dios enviará la Luz.
A pesar de la maldición y la violencia y la masacre de la dignidad humana,
¡bailaremos nuevamente en las calles de Belén,
porqué Él habrá nacido!
La iglesia es Epifanía.
Somos los Magos, buscando,
resplandecientes en los accesorios de este mundo
de conocimiento y riqueza y logros.
Pero buscamos por algo más.
Y – en los lugares inesperados –
en un establo
la Deidad aparece.
El nacimiento de nuestro Señor
irrumpe en nuestras vidas ordinarias
como pólvora en la nieve.
Sólo Dios enviaría un pequeño Rey bebé,
y nosotros estamos de rodillas,
cuando estamos al alcance de nuestra plena humanidad.
La iglesia es Viernes Santo.
Las tinieblas se hacen en negrura,
ausencia abismal de todo lo bueno.
Reconocemos que la muerte es real
y temblamos ante un mundo que mataría a su Dios.
Nuestros pies se paran sobre arena movediza;
nuestras voces hacen eco del silencio estéril.
Nos juntamos para encarar la oscuridad y la muerte,
olvidándonos lo que nos fue enseñado,
olvidando que en algún lugar
una semilla está brotando
en algún lugar
un niño está creciendo.
Todo lo que vemos es a Cristo crucificado.
La iglesia es Pascua.
De la Muerte: Vida.
De la oscuridad:
un mundo verde lujoso
flores en el hielo
rayos del sol en la tormenta
granos de mostaza en abundancia.
Nuestras almas entran a la primavera espiritual,
nuestros cuerpos se entregan a saltar y bailar,
nuestro propio ser saturado en hosanas.
Nuestro grito irrumpe en el mundo:
¡el Señor vive!
¡nosotros vivimos!
La resurrección resuena en toda la comunidad.
La iglesia es Pentecostés.
El Espíritu Santo es derramado sobre nosotros
y nos envía juntos
ardientes con vida nueva,
herederos de la riqueza de Dios:
vida abundante.
Somos libertados de las cárceles de la mezquindad,
envidia y codicia,
liberados para ser la iglesia.
Somos liberados para liberar a otros.
Somos afirmados para afirmar a otros.
Somos amados para amar a otros.
Somos familia;
somos comunidad.
Somos la iglesia triunfante –
tú, yo, cualquier que vendría al Señor –
renovados, redirigidos, empoderados
para cambiar vidas y cosas
juntos en amor e integridad.
Somos la iglesia del Señor,
la iglesia de justicia y misericordia,
las personas enviadas a abrir las cárceles,
para sanar a los enfermos
para vestir a los desnudos
para alimentar a los hambrientos
para reconciliar
para ser aleluyas cuando no hay música.
El manto está sobre nuestros hombros.
La alegría es aparente en nuestro vivir.
Hemos sido comisionados a ser la iglesia de Jesucristo.